Para que un individuo, grupo u organización alcance una meta deseada, se requiere el conocimiento de determinados principios sobre el tema de la organización.
Cuando examinamos el tema de la organización en su forma más simple, cuando buscamos ciertas acciones o circunstancias clave que hacen que funcione la organización, cuando necesitamos un resumen muy simple, muy vital, para enseñar a la gente lo que producirá resultados, encontramos sólo unos cuantos puntos que necesitamos recalcar.
El propósito de la organización es HACER QUE LA PLANIFICACIÓN SE CONVIERTA EN UN HECHO.
Un hecho es un estado o cosa que existe en la realidad.
La organización no es simplemente un sistema extravagante, complejo, que se hace porque sí. Eso es el colmo de la
La única
Los reyes de Francia y de otros países, solían inventar títulos y deberes para dar qué hacer a las
El buscar una posición social, el esfuerzo por ser más importante y el tener una razón personal para ser y para ser respetado obstaculiza los esfuerzos honestos para organizar de forma efectiva con el objetivo de conseguir hacer algo, y para hacer que algo esté en buenas condiciones económicas.
La organización porque sí, en la práctica real, erige un monstruo con el que se hace tan difícil vivir que acaba siendo derrocado. Las pérdidas de producción, los impuestos elevados, la interferencia irritante o espantosa con la gente o con los productores reales invitan y llevan a la bancarrota o a la revolución, a menudo a las dos, incluso en compañías comerciales.
Por lo tanto, para que una organización (corporación, compañía, negocio, grupo, etc.) sea significativa, útil y duradera, tiene que encajar en la definición anterior:
HACER QUE LA PLANIFICACIÓN SE CONVIERTA EN UN HECHO.
En las compañías y los países no hay una escasez real de sueños. Todos, excepto los jefes más depravados (corruptos o inmorales) de las compañías o los estados, desean ver una mejora específica o general. Esto también es cierto en cuanto a sus ejecutivos y, ya que forma la base de casi todas las revueltas, es verdaderamente cierto en lo que respecta a los trabajadores. De arriba a abajo, entonces, existe en la inmensa mayoría un deseo de mejora.
Más comida, más beneficios, más salarios, más facilidades y, en general, más y mejor de cualquier cosa que ellos crean que es buena o beneficiosa. Esto también incluye menos de lo que ellos, en general, consideran que es malo.
Los programas que reciben un apoyo general consisten en más de lo que es beneficioso y menos de lo que es perjudicial. “Más comida, menos enfermedad”, “más edificios bonitos, menos chozas”, “más tiempo libre, menos trabajo”, “más actividad, menos desempleo”, son ejemplos típicos de programas valiosos y aceptables.
Pero el tener sólo un programa es tener sólo un sueño. En las compañías, en los partidos políticos, los programas útiles son muy numerosos. Sólo sufren de falta de ejecución.
Ocurren todo tipo de variaciones en el fracaso de los programas. El programa es demasiado grande. La mayoría no lo considera deseable. No se necesita en absoluto. Sólo beneficiaría a unos pocos. Estas son razones superficiales. La razón básica es falta de pericia organizacional.
Cualquier programa, demasiado ambicioso, parcialmente aceptable, necesario o no, se puede llevar a efecto si se organiza correctamente.
Los
No son los sueños del Hombre los que le fallan. Es la falta del conocimiento práctico necesario para convertir esos sueños en realidad.
La buena administración tiene dos objetivos distintos:
1. Perpetuar (prolongar la existencia de) una compañía existente, una cultura o una sociedad.
2. Hacer que la planificación se convierta en un hecho.
Dada una base sobre la que actuar –es decir, tierra, gente, equipo y una cultura–, uno necesita una buena estructura administrativa de algún tipo para mantenerla.
De ahí que los puntos (1) y (2) mencionados arriba se conviertan sólo en (2). El plan es: “Continuar la entidad existente”. Ninguna compañía o país continúa a menos que uno continúe poniéndola ahí. Por lo tanto, es necesario un sistema administrativo de algún tipo, no importa lo burdo que sea, para perpetuar cualquier grupo o subdivisión de un grupo. Incluso un rey o un jefe o un administrador que no tenga ningún otro sistema de apoyo y al que uno pueda llevar las disputas acerca de la tierra o el agua o la paga es un sistema administrativo. El capataz de un equipo de personas que lo único que hacen es cargar camiones mantiene funcionando un sistema administrativo increíblemente complejo.
Las compañías y los países no funcionan sólo porque estén ahí o porque sean tradicionales. Se les pone ahí continuamente por medio de una forma u otra de administración.
Cuando todo un sistema de administración desaparece o se pierde o se olvida, ocurre un colapso, a menos que se ponga de inmediato en su lugar un sistema nuevo o sustitutivo.
El cambiar al jefe de un departamento, y no digamos a un director general y mucho, mucho menos a un gobernante, puede destruir una parte del todo, ya que el viejo sistema, desconocido, descuidado u olvidado, puede cesar y no ponerse en su lugar un nuevo sistema que se entienda. Las transferencias frecuentes dentro de una compañía o un país pueden mantener todo el grupo pequeño, desordenado y confuso, ya que esas transferencias destruyen la poca administración que pudiera haber.
Por lo tanto, si los cambios o errores administrativos o la escasez pueden derrumbar a cualquier tipo de grupo, es vital conocer el tema básico de la organización.
Incluso si el grupo está siendo efecto –es decir que no origina nada sino sólo se defiende frente a la amenaza del desastre–, aún debe planificar. Y si planifica, de alguna manera debe hacer que el plan se haga o se ejecute. Incluso la simple situación de una fortaleza atacada necesita que se le defienda mediante una planificación, y que se lleve a cabo el plan aunque sea muy burdo. La orden: “Expulsen al invasor que está
Una compañía fuertemente endeudada tiene que planificar, aunque sólo sea para esquivar a sus
El terrible desaliento de un joven líder que planea una nueva y poderosa era, sólo para encontrarse a sí mismo tratando con viejas y débiles fallas se puede atribuir no a su “loca ambición” o “irrealidad”, sino a su falta de pericia organizativa.
Incluso los presidentes electos o los primeros ministros de las democracias son víctimas de tan terrible desaliento. No es que “no cumplan con sus promesas electorales” o “que traicionen a la gente”, como se afirma a menudo. Ellos, al igual que los parlamentarios, simplemente no tienen los rudimentos (fundamentos) de la pericia organizativa. No pueden llevar a efecto sus promesas electorales, no porque sean demasiado pretenciosas (que suenen grandes e importantes), sino porque son políticos, no administradores.
A algunos hombres les parece suficiente el soñar sueños maravillosos. Sólo porque los soñaron sienten que ahora deberían hacerse realidad. Se sienten muy ofendidos cuando no sucede.
Naciones enteras, por no hablar de las firmas o sociedades o grupos comerciales, han vivido décadas de incierta agitación porque los sueños y planes básicos nunca llegaron a buen término.
Ya sea que uno esté planeando un gran crecimiento económico para la región más pobre del planeta o un cobertizo de carga más cerca de la carretera, se encontrará que la distancia entre el plan y la realidad es la falta de pericia administrativa.
La ignorancia técnica, las finanzas, incluso la falta de autoridad y la misma planificación irreal no son ninguna de ellas verdaderas barreras entre la planificación y la realidad.
un sistema administrativo en el que la necesidad o inclinación a seguir procedimientos complejos impiden acciones efectivas.
lo que vale la pena, ventaja o cualidad benéfica de algo.
grupos grandes o multitudes de gente.
una persona quien permanece en un lugar o se sujeta a un grupo, otra persona, etc., especialmente con la esperanza o expectativa de beneficio personal.
cualquier plan para la economía nacional o el desarrollo industrial, especificado con metas para ser alcanzadas dentro de un periodo de cinco años.
en el contexto significa invadir o apropiarse de un lugar, especialmente uno muy bien defendido, sin previo aviso y con gran fuerza.
personas o compañías a quienes se les debe dinero.